(NOTA de Esp. Lib: Un día como hoy, pero de 1980, fue secuestrado por escuadrones de la muerte el compañero JSQ, un día después sería encontrado muerto. 35 años después de su asesinato reproducimos ésta pequeña biografía escrita hace un año y que encontró sus fuentes mayoritariamente en internet con el afán de recordar y honrar al compañero.)
Jaime Suárez Quemaín, hijo de Carlota Quemaìn y de Alex C. Suárez, nació el siete de mayo de 1949 (otra fuente afirma que en 1950). Poeta, periodista, maestro, anarquista. Un verdadero símbolo de la libertad de expresión.
Jaime Suárez Quemaín, hijo de Carlota Quemaìn y de Alex C. Suárez, nació el siete de mayo de 1949 (otra fuente afirma que en 1950). Poeta, periodista, maestro, anarquista. Un verdadero símbolo de la libertad de expresión.
Suárez ha sido visto como poeta, o como periodista, ya que
fue jefe de redacción del periódico La Crónica, pero no ha sido comprendido o
estudiado de una manera integral, es decir que es necesario comprender el
pensamiento anarquista para comprender lo que motivaba o anhelaba el poeta y su
contraste con su actuar en el día a día. En este sentido los anarquistas
salvadoreños tenemos una deuda con el compañero.
Antes de decir otra cosa permítasenos hablar de la vida de
Jaime. En sus propias palabras él fue “Solitario
quizá, no pesimista, un poco soñador, serio, cansado, con una buena dosis de
anarquista”. Fue un verdadero luchador en contra de la injusticia. En la
escena poética Suárez incursiono desde muy temprana edad, se dio a conocer al
ganar un certamen estudiantil nacional en 1970; desde ahí la pluma fue su mejor
arma ¡y vaya arma! Además de la poesía escribió teatro y artículos de opinión.
Suárez fundó junto a otros, la revista literaria La Cebolla Púrpura, que gozó
de mucha simpatía por varios años. Todo esto mientras desarrollaba su trabajo
como periodista de La Crónica.
La Crónica denunciaba las infamias cometidas por los
gobiernos, por sus vasallos y por sus amos. Debido a ello Jaime fue amenazado
muchas veces para que dejara de escribir, también sufrió un atentado directo
del que resultó ileso y con más ánimos que nunca. Bien dicen que la represión
sólo aumenta la lucha. La primera advertencia le llego por medio de su hermano,
que era coronel, arrojándole un ejemplar de La Crónica le dijeron con evidente
enojo: “decile a tu hermano que deje de escribir esas cosas, sino le vamos a
dejar un mensaje en La Crónica”. Un día se detuvieron dos vehículos frente a La
Crónica, bajaron la puerta de la cama de un pick up y tomaron posición para empezar
a ametrallar las instalaciones del periódico. A pesar de este aviso, Suárez
siguió escribiendo.
La segunda advertencia fue un ataque directo ya que cuando
él se encontraba en otra sala supervisando la edición del periódico llegaron un
par de hombres (si es que se les puede llamar así) y ametrallaron desde afuera
la oficina de Suárez. Salió ileso. Cuando los perros (con el perdón de los
perros) se fueron, el anarquista, en un tono sarcástico dijo al recoger los
casquillos: “me voy a hacer un collar con
estos bolados”. Un día volvieron a llegar donde su hermano, el coronel, y
le dijeron que ahora el aviso se lo iban a dar directamente a Suárez y que le
dijera que dejara de escribir. Ante la amenaza se reunió toda la familia y le
pidieron que saliera del país. El poeta dijo: “si mataron a Monseñor Romero, quien soy yo”.
Este temperamento anarquista, este “sacrosanto amor por la desobediencia” propio de Jaime fue lo que no
agradaba al poder y sus vasallos, esto es lo que aún 34 años después de su
muerte sigue disgustando a muchos, pero, eso sí, enamorando corazones en otros
que como él luchan contra la realidad injusta.
En un ambiente hostil para el periodismo (para el periodismo
como tal, no para el periodismo corrompido, burgués. No se trata aquí de La
Prensa Gráfica o El Diario de Hoy) ejercerlo significaba todo un reto, era un
cuerpo a cuerpo con el enemigo, era enfrentarse de frente con los enemigos de
los niños sin techo. A pesar de la represión estatal hacia los campesinos, en
particular y, hacia los desposeídos, en general la lengua de Jaime nunca se
quedó muda.
Las últimas palabras del anarquista con su madre fueron las
siguientes:
-La Madre:
Hijo vas a la redacción o al café…
Jaime, un hombre resuelto, decidido, con criterio, sin
miedo, luchador por la libertad de expresión de los salvadoreños y en contra de
las injusticias responde:
-Madre, las sombras que me persiguen siempre van a cualquier
parte donde me dirija. Pero estate tranquila.
-La Madre.
Hijo no hables así.
Jaime responde.
-Madre, cualquier cosa que pase escribe en mí lápida lo que
te digo ahora:
“Es tan sucio el que pone las cadenas como el que lo acepta
como algo sin remedio”
Le dio un beso y se despidió.
Nunca más volvió a ver a Jaime.
Como lo hacía a diario, el poeta y periodista Jaime Suárez
Quemaín bebía café en el Bella Nápoles, muy cerca de donde se encontraba la
redacción de la Crónica. Acababa de darle un sorbo a su taza cuando el
fotoperiodista César Najarro entró en el local y al ver a Suárez decidió ir a
saludarlo. En ese momento la muerte le llego vestida de cinco encapuchados, que
acababan de salir de un taxi, se acercaron a los periodistas y uno se quedó
tras Suárez y le tocó la espalda. Al levantarse Suárez el otro hombre le puso
unas esposas, inmediatamente hicieron lo mismo con Najarro. Era la tarde del 11
de julio de 1980. El silencio reinó en el Café Bella Nápoles, así como sucedía
en la mayoría de calles, casas y parques de El Salvador. El 12 de julio fueron
encontrados ambos cuerpos en la entrada de Antiguo Cuscatlán. Ambos habían sido
cruelmente torturados, Suárez había recibido varias cortadas con machete en la
espalda, también le habían abierto el abdomen, además tenía varios golpes en su
tórax, rostro y extremidades y un agujero de bala muy cerca de uno de los
orificios de su nariz.
Creyeron estos bastardos de la oligarquía que así lo
callarían, que esperen sentados si creen que eso pasará. Jaime vive en cada
pluma que se rebela contra esta dictadura que se llama democracia, vive en cada
gesto de amor, de desobediencia, de rebeldía, de libertad de expresión, de
solidaridad, en cada ambiente libertario.
Jaime fue poesía viva, estuvo: ¡Fue poesía cruda! Fue, es y
seguirá siendo –aunque no quieran– un disparo colectivo, una pringa de luz en
las tinieblas. Jaime nació para soñar en un mundo donde los sueños están
prohibidos.
A 34 años del cobarde asesinato del compañero anarquista
Jaime Suárez Quemaín nada esta saldado.
Escrito por Chepe C.
Extraído del boletín anarquista Un Disparo Colectivo N°1
disponible en:
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