sábado, 11 de julio de 2015

Jaime Suárez Quemaín: Biografía de un Anarquista salvadoreño.


(NOTA de Esp. Lib: Un día como hoy, pero de 1980, fue secuestrado por escuadrones de la muerte el compañero JSQ, un día después sería encontrado muerto. 35 años después de su asesinato reproducimos ésta pequeña biografía escrita hace un año y que encontró sus fuentes mayoritariamente en internet con el afán de recordar y honrar al compañero.)

Jaime Suárez Quemaín, hijo de Carlota Quemaìn y de Alex C. Suárez, nació el siete de mayo de 1949 (otra fuente afirma que en 1950). Poeta, periodista, maestro, anarquista. Un verdadero símbolo de la libertad de expresión.

Suárez ha sido visto como poeta, o como periodista, ya que fue jefe de redacción del periódico La Crónica, pero no ha sido comprendido o estudiado de una manera integral, es decir que es necesario comprender el pensamiento anarquista para comprender lo que motivaba o anhelaba el poeta y su contraste con su actuar en el día a día. En este sentido los anarquistas salvadoreños tenemos una deuda con el compañero.

Antes de decir otra cosa permítasenos hablar de la vida de Jaime. En sus propias palabras él fue “Solitario quizá, no pesimista, un poco soñador, serio, cansado, con una buena dosis de anarquista”. Fue un verdadero luchador en contra de la injusticia. En la escena poética Suárez incursiono desde muy temprana edad, se dio a conocer al ganar un certamen estudiantil nacional en 1970; desde ahí la pluma fue su mejor arma ¡y vaya arma! Además de la poesía escribió teatro y artículos de opinión. Suárez fundó junto a otros, la revista literaria La Cebolla Púrpura, que gozó de mucha simpatía por varios años. Todo esto mientras desarrollaba su trabajo como periodista de La Crónica.

La Crónica denunciaba las infamias cometidas por los gobiernos, por sus vasallos y por sus amos. Debido a ello Jaime fue amenazado muchas veces para que dejara de escribir, también sufrió un atentado directo del que resultó ileso y con más ánimos que nunca. Bien dicen que la represión sólo aumenta la lucha. La primera advertencia le llego por medio de su hermano, que era coronel, arrojándole un ejemplar de La Crónica le dijeron con evidente enojo: “decile a tu hermano que deje de escribir esas cosas, sino le vamos a dejar un mensaje en La Crónica”. Un día se detuvieron dos vehículos frente a La Crónica, bajaron la puerta de la cama de un pick up y tomaron posición para empezar a ametrallar las instalaciones del periódico. A pesar de este aviso, Suárez siguió escribiendo.

La segunda advertencia fue un ataque directo ya que cuando él se encontraba en otra sala supervisando la edición del periódico llegaron un par de hombres (si es que se les puede llamar así) y ametrallaron desde afuera la oficina de Suárez. Salió ileso. Cuando los perros (con el perdón de los perros) se fueron, el anarquista, en un tono sarcástico dijo al recoger los casquillos: “me voy a hacer un collar con estos bolados”. Un día volvieron a llegar donde su hermano, el coronel, y le dijeron que ahora el aviso se lo iban a dar directamente a Suárez y que le dijera que dejara de escribir. Ante la amenaza se reunió toda la familia y le pidieron que saliera del país. El poeta dijo: “si mataron a Monseñor Romero, quien soy yo”.

Este temperamento anarquista, este “sacrosanto amor por la desobediencia” propio de Jaime fue lo que no agradaba al poder y sus vasallos, esto es lo que aún 34 años después de su muerte sigue disgustando a muchos, pero, eso sí, enamorando corazones en otros que como él luchan contra la realidad injusta.
En un ambiente hostil para el periodismo (para el periodismo como tal, no para el periodismo corrompido, burgués. No se trata aquí de La Prensa Gráfica o El Diario de Hoy) ejercerlo significaba todo un reto, era un cuerpo a cuerpo con el enemigo, era enfrentarse de frente con los enemigos de los niños sin techo. A pesar de la represión estatal hacia los campesinos, en particular y, hacia los desposeídos, en general la lengua de Jaime nunca se quedó muda.
Las últimas palabras del anarquista con su madre fueron las siguientes:

-La Madre:

Hijo vas a la redacción o al café…

Jaime, un hombre resuelto, decidido, con criterio, sin miedo, luchador por la libertad de expresión de los salvadoreños y en contra de las injusticias responde:

-Madre, las sombras que me persiguen siempre van a cualquier parte donde me dirija. Pero estate tranquila.

-La Madre.

Hijo no hables así.

Jaime responde.

-Madre, cualquier cosa que pase escribe en mí lápida lo que te digo ahora:

“Es tan sucio el que pone las cadenas como el que lo acepta como algo sin remedio”

Le dio un beso y se despidió.

Nunca más volvió a ver a Jaime.

Como lo hacía a diario, el poeta y periodista Jaime Suárez Quemaín bebía café en el Bella Nápoles, muy cerca de donde se encontraba la redacción de la Crónica. Acababa de darle un sorbo a su taza cuando el fotoperiodista César Najarro entró en el local y al ver a Suárez decidió ir a saludarlo. En ese momento la muerte le llego vestida de cinco encapuchados, que acababan de salir de un taxi, se acercaron a los periodistas y uno se quedó tras Suárez y le tocó la espalda. Al levantarse Suárez el otro hombre le puso unas esposas, inmediatamente hicieron lo mismo con Najarro. Era la tarde del 11 de julio de 1980. El silencio reinó en el Café Bella Nápoles, así como sucedía en la mayoría de calles, casas y parques de El Salvador. El 12 de julio fueron encontrados ambos cuerpos en la entrada de Antiguo Cuscatlán. Ambos habían sido cruelmente torturados, Suárez había recibido varias cortadas con machete en la espalda, también le habían abierto el abdomen, además tenía varios golpes en su tórax, rostro y extremidades y un agujero de bala muy cerca de uno de los orificios de su nariz.

Creyeron estos bastardos de la oligarquía que así lo callarían, que esperen sentados si creen que eso pasará. Jaime vive en cada pluma que se rebela contra esta dictadura que se llama democracia, vive en cada gesto de amor, de desobediencia, de rebeldía, de libertad de expresión, de solidaridad, en cada ambiente libertario.

Jaime fue poesía viva, estuvo: ¡Fue poesía cruda! Fue, es y seguirá siendo –aunque no quieran– un disparo colectivo, una pringa de luz en las tinieblas. Jaime nació para soñar en un mundo donde los sueños están prohibidos.

A 34 años del cobarde asesinato del compañero anarquista Jaime Suárez Quemaín nada esta saldado.

Escrito por Chepe C.

Extraído del boletín anarquista Un Disparo Colectivo N°1
disponible en:

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